Texto: Romina Mena Aballay
Mi primer solitario antecedido de una profunda sensación de incertidumbre la cual no logró derribar mis ansias por conquistar mi gran debilidad…
Por lo general hay emociones que se esconden y no se expresan en relación a aquellas que reflejan empoderamiento y éxito, por lo cual no tengo duda de que antes de ello, la gran mayoría siente nerviosismo e inseguridad de las situaciones
extrínsecas a las que posiblemente se verán expuestos.
¡Afirmativa! La noche anterior de emprender mi primera ruta en solitario en montaña, me sentía completamente ansiosa del desafío que iba a enfrentar, a pesar de que sabía el grado de dificultad de la ruta y que incluso no era de gran
exigencia técnica, tenía la constante presión mental de confiar en mi criterio y sentido común.
¿Que más había que pensar?
No sé cuantas veces realicé el check list en mi cabeza para estar completamente
segura de que había considerado todos los aspectos esenciales para un ascenso y claro, estaba todo ok. No había justificación, ya era hora de partir. Medio día en San Diego y comencé a manejar rumbo a Mount Whitney, una de las
cumbres más altas de Estados Unidos ubicada en el límite entre los condados Inyo y Tulare.
Fueron alrededor de cuatro horas de travesía para arribar en la localidad de Lone Pine, el pequeño pueblo que posee esta magnífica cumbre de portada, y de inmediato ingresé al Visitor Center del parque para solicitar el permiso de ascenso
por el día (autorización que se obtiene a través de la página web y que por lo general está agotada) sin embargo, al realizarlo de modo presencial siempre hay posibilidades de obtener uno.
¡Yay! Lo había logrado y salí muy extasiada del centro con mi respectiva autorización lista para realizar las últimas compras y emprender rumbo hacia el campground habilitado para los hikers situado en Whitney Portal. Luego de una grata aproximación de 24K hacia el Oeste de Lone Pine y alrededor de las cinco de la tarde estaba alistando el equipo y acomodando mi casa sobre ruedas para descansar. Mis nervios estaban en calma y esperaba que avanzaran las horas para comenzar el ascenso a las dos de la madrugada, y al finalizar la cena junto a otros aventureros, me dispuse a descansar.
Vamos a ver qué pasa
Black Bear y algunos cruces de ríos eran los únicos factores de riesgo que más me inquietaban, pero no pretendía preocuparme anticipadamente, por lo que a las dos de la madrugada en punto estaba iniciando mi primera travesía en solitario hacia los 4.421 msnm, confiada y mentalmente preparada. Eran 17K de ruta dispuestos a recibir mis huellas y muchas sonrisas que fui compartiendo en el camino (Mount Whitney es una cumbre altamente transitada). Por varios instantes, me alejé de los demás hikers para sentir la soledad de la montaña y el silencio vibrante de su energía, ¡qué momento tan auténtico! Las sensaciones de incertidumbre que me generaba dicha soledad en montaña estaban totalmente extintas y lograba descubrir otro espacio desconocido de mi infinita complejidad mental. ¡Eureka!
A las cinco de la mañana y cuando comenzaba a observar el crepúsculo, me encontraba en el campamento base denominado Trail Camp con bastante movimiento de las cordadas que comenzaban la travesía y otras que se lograban
distinguir en la característica fila india de luces a través de la última sección del ascenso en el tramo llamado Trail Crest. Me apresuré y aceleré el paso para poder ascender lo máximo posible y tener una panorámica al momento del amanecer,
pues anhelaba disfrutar de esos breves minutos para observar el valle y el genuino matiz que nos ofrece la salida del nuevo sol.
Ya estaba por sobre los 4.000 msnm, me sentía en excelentes condiciones y a medida que avanzaba fui conociendo a avezados hikers que estaban en la etapa final del legendario sendero John Muir Trail – 340k de ruta, correspondiendo a la
más extensa de wilderness Americano desde Yosemite hasta la cumbre del Mount Whitney – compartí algunas conversaciones para conocer las impresiones de sus aventuras y continué hacia mi objetivo.
Nudo Ciego
Hay una sensación que he experimentado únicamente durante los minutos próximos a tocar cumbre, y especialmente en aquellas que representan un desafío tanto físico o mental. Ese popular nudo en la garganta que por un momento nos
deja sin aliento, y que nos entrega una invaluable satisfacción personal y de gratitud por todas las energías previamente recibidas de parte de nuestros amigos, familias y entrenadores, pues tocar una cumbre es el claro ejemplo de que aquellas energías son parte del motor de nuestra voluntad.
Posterior a cinco horas de travesía, mis pies estaban en una de las cumbres más altas de Estados Unidos, contemplando la magnitud de Sierra Nevada y la belleza de los lagos Guitar y Artic Lake que la circundan por la cara Oeste del monte.
Me sentí completamente empoderada y a la vez, orgullosa de enfrentar aquella incertidumbre y desconfianza de realizar un ascenso en solitario.
Permanecí durante dos horas en la cumbre disfrutando de la alegría y compañía de los hikers que se sumaban a la celebración de una misión cumplida, me confortaba observar sus caras y felicidad con la cual comentaban la experiencia
que vivieron, de la cual no tengo dudas que obtuvieron grandes aprendizajes. Al retornar, compartí muy buenas experiencias junto a los entusiastas que fui encontrando en camino y al descender 17K hasta Whitney Portal, tuve la
posibilidad de distinguir la variedad de ecotonos que se encuentran en ruta, entre coníferas, ríos y pequeñas lagunas rebozadas de vida.
Que apresurados pasan los momentos, en especial aquellos intensos y significativos que intentamos vivir conscientemente, no comprendo exactamente el momento en que se logra dicha conciencia, sin embargo creo que la razón está en trascender a través de aquel momento, y una experiencia en solitario puede ser una gran oportunidad para experimentarlo.
Estás ahí, junto a ti y nadie más.