Estábamos a comienzos de octubre, y los andariveles funcionando eran cosa del pasado. Ya no es como antes, las últimas dos temporadas en Chillán la estación ha cerrado después de las fiestas patrias, y a veces se extrañan esos calurosos días de nieve sopa esquiando en polera.
Nos negábamos a dar por terminada nuestra temporada de ski, era imposible hacerlo con toda esa nieve que quedaba en la tremenda montaña que tenemos de patio.
La Pirámide es el cerro prominente más occidental del complejo volcánico Nevados de Chillán; desde el pueblo de Las Trancas se puede ver casi de frente una de sus caras, muy limpia y que comienza desde el vértice mismo para abrirse después hasta los escoriales que llegan a Shangrila. Es un cerro que siempre había querido esquiar, pero no lo había hecho ya que antes no sabía lo que era realmente ganarse las bajadas y solo esquiaba. La cosa es que sin darle muchas vueltas, y aprovechando una de esas ventanas de buen tiempo que tiene el comienzo de la primavera, preparamos equipo y comida, y partimos a subir la Pirámide, el plan era hacerlo en dos tandas; aproximarnos y pasar la noche a los pies del cerro e intentar cumbre al día siguiente.
Saliendo desde la casa, nos tomó algo así como cuatro horas llegar hasta la zona de campamento, pasando por el bosque, los escoriales de Shangrilá y el largo plano a la altura del Waldorf. Una vez allí, montamos campamento con la última luz natural, y justo para ver el sol irse por detrás de la cordillera de la costa.
El despertar fue normal y tranquilo, sin mucho apuro tomamos un buen desayuno y alivianamos las mochilas para solo dejar el equipo necesario en la ascensión, lo normal para esquiar fuera de los limites, más algunos implementos montañeros que de a poco se han ido sumando, como el piolet y los crampones.
La noche anterior corría un viento muy tibio, ideal para no pasar frío, pero ese mismo ambiente trasladado al día y bajo el sol, hizo de la subida una de las más duras para mi.
La ascensión la hicimos por el filo que se ve a la izquierda de la foto, lo que no se ve es que es una pala enorme, limpia y abierta, con muy buena pendiente y que recibe sol directo durante las horas más calurosas, lo que hace que cambie muy rápido el estado de la nieve. Partimos la subida con nieve cartón, pero a medida que pasaba la hora ya todo era sopa. Esa sopa sumada a la buena pendiente, me hicieron una mala jugada, la pieles empapadas ya no tenían buen agarre y me deslicé de espaldas pendiente abajo por cerca de diez metros, aplicando autodetención con bastones, apenas pude parar y no seguir bajando, con calma y en un punto de seguridad, finalmente pasé los skis a la mochila y saqué crampones y piolet para seguir la ascensión de forma mas segura y tranquila.
El sol no aflojó en todo el día, corría casi nada de viento y el cielo estaba sin nubes que nos dieran algo de sombra, además me quedaba menos de un litro de agua para la toda la subida. 4hr 45 min me tomó subir los casi 600mt de desnivel vertical (según mis cálculos), mi cordada llegó un poco antes y creo que en mejores condiciones. Yo llegué muy cansado, fatigado, subiendo los últimos metros a pura cabeza y solo gracias a que sabía que en la cumbre me esperaba un sorbo de agua, el premio al esfuerzo.
Una vez en la cumbre es cuando viene el disfrute, ese cambio mental que producen las cumbres, satisfacción, alegría, motivación. La vista desde allí es simplemente increíble, se ven todos los valles que bajan desde el Nevado de Chillán y los ríos que alimentan de agua a Ñuble; al sur-este los volcanes vecinos, Chillán Nuevo y Viejo, Sierra Velluda y Antuco a la distancia.
Cada cumbre tiene su toque, pero esta en particular tiene la gracia de que estas parado en la punta de una pirámide con bajadas en todas las direcciones, sin mucha área que recorrer y conectada por un filo estricto con el Nevado que está un par de cientos de metros mas alto.
La bajada fue todo disfrute, dosificando bien para no quemar toda la energía en giros largos y rápidos. La nieve era y estaba como se veía, un poco de nieve cartón al principio y después puro helado de piña, pendiente pronunciada, limpia, larga, y que se ensanchaba a medida que bajaba.
4 minutos después de haber salido desde la punta, ya estaba a los pies del cerro esperando por la bajada de mi compañero, contento por la linea que hice y por ver la linea que él iba a tomar, feliz por haber cumplido el objetivo sano y salvo.
[Nota: Esta es la clase de aventuras en las que se pasan los límites normales del ski y en donde nos comenzamos a meter en el mundo del montañismo, es por esto que necesitamos ampliar nuestros conocimientos y adquirir experiencia para manejar con comodidad las técnicas del montañismo cuando las necesitamos. Es lo que se conoce en inglés como Ski-Mountaineering, un muy buen libro para introducirse en este mundo es “Freeskiing: How to adapt to the mountains” de Jimmy Oden]