Por Claudio Díaz
El deporte en Chile, el de elite, ha sido una seguidilla de casualidades; todo lo destacable, por esfuerzos personales de dotados y ayuda familiar, más que por la planificación organizacional para lograrlo.
Desde el Comité Olímpico para abajo, es una historia de desaciertos. Las federaciones, que dependen todas de él, generan periódicamente escándalos de desfalcos, mal uso de recursos, rivalidades y todo tipo de noticias que nada tienen que ver con lo deportivo, por que en ese campo, los resultados no existen.
Para poner un ejemplo que conozco bien, la Federación de Esquí de Chile, que tuviera sus tiempos de gloria con la realización del Campeonato Mundial de Esquí el ’66 en Portillo, y que aprovechara el entusiasmo nacional y el prestigio internacional que nos diera, para generar dos décadas de desarrollo visible de la disciplina en el país. Se fortalecieron las Asociaciones, las que a su vez incentivaron la formación de Clubes y por ende de competencias y convivencias.
El esquí Nacional, floreció gracias al entusiasmo y trabajo real de dirigentes motivados; Punta Arenas daba corredores al Equipo Nacional, también lo hacía Osorno. Villarrica era una Asociación viva y activa, que incluso organizó varios campeonatos Nacionales. El incipiente Chillán de entonces también se subió al carro del entusiasmo y mantenía un Club activo y realizaba Campeonatos. Valparaiso, Lagunillas, Antillanca, Antuco, Chapa Verde, todos estaban presentes.
Los Dirigentes de entonces, motivados y motivadores, estaban en todas; los que vinieron aprovecharon los laureles, que rápidamente se marchitaron. La Federación dejó hace rato de presidir al Esquí Nacional. Su gran prestigio de otrora ya es desprestigio a voces; ya no hay capacidad organizativa ni liderazgo. La guerra de egos es vergonzosa, incapaces de organizar un Nacional, improvisaciones múltiples, no ha sido capaz de capacitar entrenadores, y no exige a los Clubes que los tengan.
La Escuela Nacional de Instructores de Esquí y Snowboard de Chile, que cuenta con estándares internacionales, como lo prueba su pertenencia a la ISIA (International Ski Instructors Association), y socia de INTERSKI desde 1983, no solo abastece de profesores a los Centros de Esquí Nacionales, sino que también exporta cada invierno boreal alrededor de 200 profesores a los Alpes, Rocallosas, Pirineos, etc.
La Federación a pesar de esto sigue trayendo extranjeros para el entrenamiento de su equipo Nacional, financiando sus viajes, estadía, movilización, viáticos y otras regalías, y un sueldo que ya se lo quisiera uno de los nuestros, y con el agravante de no ser entrenadores descollantes. Muchos de los nuestros podrían tomar esos puestos.
El panorama es desolador; las Asociaciones quedaron abandonadas, y así han ido muriendo los clubes que son la sangre de un Centro de Esquí. La cosa es grave si consideramos que muchos de esos “centros” de esquí, creados con enorme esfuerzo y sacrificio por notables y anónimos pioneros, están en visible agonía. El entusiasmo de los Clubes eran su razón de ser, la sangre del Centro.
Ninguno, y estuve siempre ligado a ellos, era un negocio comercial. Se sustentaban con las cuotas de los socios del Club, los que además pagaban su alojamiento y comidas, reparaban el generador, los andariveles que también construían, limpiaban a pala el camino, hacían los petos y banderas para las competencias, trazaban, cronometraban y repartían los premios. Los conocí, fui uno de ellos.
Ellos no viajaban, nadie los invitaba a congresos u otros eventos onerosos para el escaso presupuesto federativo, lo que hoy es habitual. Los tiempos son otros, y el esquí es una víctima más del avasallador centralismo chileno. Hoy el esquí está en La Parva y Colorado, al parecer el resto de la Cordillera de los Andes no cuenta. Para los centros de Santiago es más fácil, están ahí no mas, tienen financiamiento de sobra, nos aplaudimos entre nosotros, y seguimos trayendo extranjeros como entrenadores. Pagamos un mes en Suiza a los niños, y mientras tanto nosotros nos tapamos los ojos para no ver la tragedia del malogrado esquí nacional.
Lo escribo con todas sus letras, con nostalgia, un poco de rabia y mucha pena. Tengo 70 años, he hecho una vida en esto. Tengo la autoridad que me otorga la más prestigiosa escuela de montaña del mundo. Lo digo, y si no lo digo yo, quien?
Claudio Diaz R.