Todo comenzó con una invitación de mi amigo Nicolás Salenson, un gran esquiador y escalador argentino nacido y criado en Bariloche. Su plan era esquiar la cara norte del Pico Argentino (3.200 mts) del monte Tronador (3.400 mts), con casi 1000 metros de desnivel, y una pendiente que supera en lugares los 55°, además de contar con un gran Glaciar y numerosas grietas. Esta cara es la más larga y con mayor desnivel de la montaña, y cuenta con una pendiente promedio de 45° desde la punta a la base.
Partimos desde Bariloche dirección al Parque Nacional Nahuel Huapi. El clima era inestable, a veces lloviendo y a veces con sol, llegamos al último control del parque Pampa Linda (1.200 mts) en donde dejamos el auto y comenzamos la caminata con todo el equipo en la mochila incluidos los esquís y las botas.
Dejando Bariloche con sol y nubes amenazantes
Las primeras vistas del Tronador cuando se empezaron a disipar las nubes
Comenzando la caminata
A penas entramos al sendero se nos puso a llover con ganas y nos refugiamos en donde pudimos, el camino de acceso era largo y complicado, de a poco comenzaron a aparecer los manchones de nieve dentro del bosque, y pronto ya todo era blanco, por lo que rápidamente pusimos las pieles y seguimos mucho más cómodos sobre los esquís. Saliendo del bosque la vista cambió absolutamente con el imponente glaciar Castaño Overo frente a nosotros, y con un gran panorama de todo el cordón montañoso hacia el norte. Seguimos con la poca luz que nos quedaba en dirección al refugio Otto Meiling a los 1.900 mts. El sol se escondió por completo tras las montañas de Chile y seguimos guiados solo por la luz de una tímida luna creciente. A ese ritmo llegamos al refugio, que nos sorprendió con una Bosca encendida por otros montañeros que estaban instalados ahí hacía varios días. El refugio era un verdadero ejemplo de una comunidad de montaña organizada y respetuosa, por supuesto gratuito, contaba con muchas comodidades y todo estaba muy bien cuidado y mantenido. Después de unas buenas pastas nos fuimos felices al saco a reponer fuerzas para una jornada que se venía intensa.
Parte de la impresionante flora del ascenso
Alfombrando el split board de Claudio listo para subir
El Glaciar Castaño Overo
4:30 am suena la alarma, preparamos el desayuno, agarramos las cosas y salimos del refugio. Afuera ya no hay luna y encendemos nuestras frontales. El Niki conoce la ruta y nos guía montaña arriba mientras poco a poco comienza a aclarar y a divisarse el objetivo a lo lejos. Sigue nublado pero sabemos que en cualquier momento va a salir el sol, y la cara norte es la primera en recibirlo. Tenemos la misión de ir filmando, y tomando buenas fotos con el Vicuña que con la cámara colgando no se perdía un detalle del ascenso, por lo que la subida se demoró un poco más de lo planeado y la temperatura aumentaba rápidamente. Estábamos preocupados que esto pudiera ser peligroso sobre todo en esta cara de la montaña que tiene una pendiente fuerte y constante. Atravesamos bajo los seracs enormes de un glaciar colgante, y comenzamos a remontar la pala que después descenderíamos esquiando. Queríamos subir reconociendo por el mismo lugar para poder identificar mejor las grietas y planificar la bajada.
La larga travesía antes de la pala
Sale el sol entre las nubes
Después de una lenta subida encordados y con las pieles decidimos seguir con crampones y así avanzar lo más rápido posible en línea recta, ya que la nieve comenzaba a calentarse y a desprenderse con facilidad. Luego de un largo tramo de ascenso y a no más de 150 metros de la cumbre una pequeña avalancha de bolas pasó por nuestro lado y eso nos hizo dudar aún más sobre lo que debíamos hacer, la cosa se ponía peligrosa y continuar era exponerse demasiado, debíamos tomar una decisión definitiva si continuábamos hacia la cumbre o escapábamos.
La subida de la cara norte
Encordados
La erupción del cordón Caulle era visible desde donde estábamos
Cada minuto era clave, estábamos muy cerca de la cumbre y ya habíamos llegado hasta ahí desde tan lejos, pero por otro lado un soldado que arranca sirve para otra guerra y esquía otra montaña, era una decisión difícil de tomar pero la respuesta era clara para todos, ponernos los esquís lo más rápido posible y salir de ahí. Bajamos tranquilos y disfrutando la bajada, la nieve estaba perfecta y dejamos atrás la pala con una gran sonrisa, pero con la misión incompleta y una leve sensación de insatisfacción por no haber llegado a la cumbre. Una vez en el refugio y preparando nuestras cosas para bajar llegaron unos españoles que venían un poco antes que nosotros y nos avisaron de una gran avalancha que había atravesado el plano del glaciar con los seracs colgantes y que se había producido por el desprendimiento de un hielo gigante, y había pasado justo por la línea de nuestra travesía. Era una avalancha muy grande y si hubiéramos estado ahí en ese momento no habríamos tenido hacia donde escapar, esa fue una buena salvada, y sin duda que hubiéramos estado mucho más cerca, sino abajo mismo de la avalancha, si hubiésemos continuado subiendo a la cumbre en vez de bajar.
Comenzaba a hacer calor en la cara norte
La espectacular vista desde el punto más alto que logramos llegar, a 3.050 mts.
Armamos las mochilas, el resto era bajar y caminar por el bosque hasta el auto, para seguir rumbo al sur dirección Esquel (a la altura de Castro más o menos), para esquiar los alrededores. Bajando por el bosque, el Tronador nos despidió con un concierto de seracs impresionante, que caían por los acantilados y retumbaban en todo el valle por varios minutos, de ahí el imponente nombre de esta montaña, una de las más alucinantes que me ha tocado explorar en la Patagonia.
La infaltable tienda de TNF
Con todo el estilo patagónico
La Palestra local, Bariloche tiene una gran comunidad escaladora
El fogón y la noche a orillas del Nahuel Huapi
Energía natural, higiénicamente elaborada…